Tallar la madera y enseñar a otros como se hace, junto con la montaña, es una de las pocas
cosas que en mi vida me he encontrado y que me han hecho realmente feliz.
Hace ya algo más de 25 años en que por primera vez me enfrenté a un pedazo de roble en un
lobrego local de Berriz, aunque no tardé en darme cuenta que con la madera uno no se enfrenta,
sino que más bien, se dialoga, y se tienen esas grandes y profundas conversaciones que
solamente se pueden tener con los buenos y viejos amigos. tal vez por eso, me he encontrado
siempre con buenos amigos entre mis alumnos, y también con buenos maestros.